El Lhardy, un restaurante con solera, se hace con el premio nacional de gastronomía tradicional Lola Torrres 4
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El Lhardy, un restaurante con solera, se hace con el premio nacional de gastronomía tradicional Lola Torrres

El Lhardy se hace con el premio nacional de gastronomía tradicional Lola Torres, concedido durante la celebración de la Feria de Marisco del Grove por la fundación Amigos de Galicia en esta su décimo tercer edición.

Os dejamos a continuación una imagen de lo que os podréis encontrar si visitáis el Lhardy.

Si ya hablamos en otra ocasión anterior de que poseíamos el restaurante más antiguo del mundo según el Libro Guiness de los Records, hoy hablamos de otro restaurante con mucha solera ya que hablamos que lleva funcionando en Madrid desde 1839 y al cual si acudimos hoy, podremos disfrutar de su fachada de caoba realizada por Rafael Guerrero en 1885. Hablamos del Lhardy.

«No se puede concebir Madrid sin Lhardy«, así lo dejó escrito Azorín y así lo confirman los clientes y curiosos que cada día acuden a este histórico establecimiento madrileño para degustar cualquiera de sus especialidades.

Regentado por Milagros Novo Feito, gerente del local y perteneciente a la sexta generación desde que se fundó el restaurante (la tercera de la misma familia), no pierde la ilusión por enseñar su ‘casa’ y narrar las mil y una anécdotas que puede escucharse si uno pega bien la oreja a las paredes de Lhardy.

El restaurante, fundado por Emile Huguenin Dubois e impulsado por Eugenia de Montijo, clienta y amiga del francés, ha sido desde 1839 un foco de cultura y gastronomía. El primer restaurante en España que supo introducir las exquisiteces culinarias de Francia y, más adelante, depurar y llevar hasta la excelencia platos tan madrileños como el cocido o los callos. «La bohemia nos encontró gracias al hijo del fundador, el pintor Agustín Lhardy. Él trajo a los músicos, a los actores y a los artistas. También fue él quien sumó a la carta los platos más castizos para agasajar a sus amigos y que no le costara demasiado dinero», añade la gerente.

«Lhardy tiene mucha cultura entre sus paredes, tenemos una placa que lo recuerda, y es un orgullo para nosotros que hayan pasado por aquí tantos artistas, escritores, pintores, reyes, gobernadores…».

Sus acogedoras salas privadas se han convertido en auténticos reservados, muy solicitados tanto por los rostros más conocidos como por quienes buscan algo de intimidad. «Lhardy es la discreción, aunque nuestros nuevos clientes famosos del mundo de la política, del cine o de las letras, como Gallardón, Sánchez Dragó, Pérez Reverte o José Luis Garci, prefieren muchas veces sentarse en el salón, con el resto de la gente, para contagiarse de la magia del restaurante». Y es que Lhardy no se olvida de los clientes de siempre, esos que peregrinan hasta su puerta cada domingo desde hace décadas.

Además de los platos típicamente madrileños y las referencias a nuestro origen francés, hemos incorporado otras recetas más actuales, pensadas para esas personas que no quieren engordar y que vigilan el colesterol», presume Feito.

Y es que quien ya haya comido en Lhardy sabe que sus platos son abundantes, de los de quedarse satisfecho. Lubinas de siete u ocho kilos, más carnosas y sabrosas, buenas merluzas, chipirones, consomé, el gamo a la austríaca, la perdiz estofada, el roast beef… Sin tener en cuenta las delicatessen que además podemos llevarnos a casa: conservas, fiambres,  mermeladas, mieles y dulces de la casa, de venta en el establecimiento colindante. Porque el piropo más bonito que le puede decir un comensal a Milagros es que alguno de sus platos le recuerdan a los que hacía su madre o su abuela. «Lhardy es eso, sabores de siempre».

Fuente Vanitatis