Según un profesor de Yale catamos el vino en el cerebro y no en la boca 1
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Según un profesor de Yale catamos el vino en el cerebro y no en la boca

Según un profesor de Yale catamos el vino en el cerebro y no en la boca

Según un profesor de Yale, Gordon Shepherd, catamos el vino en el cerebro y no en la boca. Este profesor de neurociencia de la Universidad de Yale indica que es el cerebro el que crea en el catador una recuerdo del vino más que el propio vino en su paso en boca.

Según un informe que publicado en The Times, indica que debe ser un nuevo enfoque a la hora de catar los vinos, donde es el cerebro el órgano principal de las catas y no la boca. En su nuevo libro, Neuroenology: ¿Cómo crea el cerebro el sabor del vino?, afirma que nuestra respuesta sensorial a la comida y al vino se combinan para crear lo que pensamos que es el sabor de las cosas que no poseen inherentemente ellas.

“Las moléculas en el vino no tienen gusto o sabor, pero cuando se estimulan nuestro cerebro, el cerebro crea el sabor de la misma manera que crea el color”. El cerebro crea el color, respondiendo a los efectos que se producen cuando la luz golpea los objetos que vemos, que son inherentemente incoloros.

Dos movimientos activan el cerebro para crear la percepción del sabor de un vino: la circulación del vino a través de la boca y el movimiento del aire a través de la nariz y la garganta.

La contribución más importante de nuestro sentido del olfato no proviene de oler el vino, pero a partir de las moléculas liberadas en nuestra boca cuando exhale.

Olfatear un vino requiere “exquisito control de uno de los músculos más grandes del cuerpo”, mientras se agita en su boca se acopla a las intrincadas músculos que controlan la lengua, así como la estimulación de miles de receptores de sabor y olor.

Esta información es procesada a través de un marco de referencia que “depende en gran medida nuestros propios recuerdos y emociones y también las de nuestros compañeros”, así como otros factores como la composición de la saliva, nuestra edad y el género.

Dijo también que tragar un vino es vital para “obtener la mayor información posible acerca de la calidad de un vino”. Sin embargo, su investigación encontró que después de sólo unos pocos sorbos el cerebro se satura de información, por lo que es difícil de procesar el sabor del vino que está bebiendo.