El vino rosado se ha puesto de moda en los últimos años. Lo que antes denominábamos como ‘clarete’, ha ido haciéndose hueco dentro de un segmento tan competitivo como es el del vino de consumo social, del que se toma entre los amigos cuando se sale y que además se empela para maridar comidas no muy potentes, básicamente de verano.
Hay quien también asocia esta mejora en su posicionamiento a que las mujeres lo piden más que antes en detrimento del vino blanco u otro tipos de vinos más suaves. Y lo cierto es que podemos encontrarnos en el mercado con un abanico de vinos rosados que no solo es que oscilen en graduación de una forma considerable, sino que ya sus propias características hacen que sean vinos completamente diferentes.
Nosotros este año hemos probado algún vino rosado de la D.O. Toro, que menos un vino suave, es cualquier cosa. De hecho tenía 14,5º. Pero también hemos probado rosados francamente suaves,, de 12º y menos, más aptos para otros consumidores.
El auge ha sido tan acelerado en estos últimos años que la propia OIV ha publicado un apartado dedicado al vino rodado en el informe de previsiones sobre las cifras de vino del año 2015 indicando que podría alcanzar los 24,3 millones de hectolitros a nivel mundial, impulsada por el aumento de su consumo, mayoritariamente entre los jóvenes.
Cuatro países, según sus cálculos, acaparan el 80% de su producción: Francia (7,6 millones de hectolitros), España (5,5), Estados Unidos (3,5) e Italia (2,5 millones).
Su consumo mundial, que podría llegar a los 22,7 millones de hectolitros, un 20% más que en 2002, lo acaparan Francia, que representa el 36%, Estados Unidos (14%) y Alemania (8%).
Las exportaciones de rosado, de confirmarse la tendencia, moverán 9,8 millones de hectolitros en 2014 y proceden principalmente de tres países: España, con el 46,3%, Francia (28%) e Italia (15%).
